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- La presión ajena. Hay muchos pasos que das que no se ven, ya sea por falta de tiempo o porque no son relevantes para compartir y en esos vacíos, las dudas y las preguntas surgen a diario. En definitiva, sostener las inquietudes ajenas es un reto porque vienen por oleadas.
- La apertura. Abres un proyecto sabiendo que puede expandirse a lugares que ni tu misma eres capaz de ver. Le permites desarrollarse con flexibilidad porque es la puerta de una oportunidad.
- El compromiso. Hay habilidades que surgen (que no sabías que estaban) y te piden la lealtad de aprender de ellas. Los miedos de alguna manera también afloraran a la novedad de enfrentarse a cosas nuevas.
- Los cambios de última hora. Habrán muchos y te ayudarán a romper con la palabra «perfección». Nada jamás será como esperas y eso te llevará a vivir las sorpresas de cada momento.
- La confianza. Llega un punto que tú puedes ver todas las posibilidades y obstáculos que puedan darse en el futuro, pero te sientes capaz de gestionar todo lo que venga. Entonces confías en todo lo que no puedes controlar y te lanzas.
- Dejar ir. Si das un paso y surgen demasiados impedimentos, tomas conciencia de que ese no es el camino. Ya no fuerzas. Conectas con tu intuición y permites su adiós, no es lugar de conexión.
- El descontrol. El altibajo emocional surgirá, tanto momentos buenos como momentos de desánimo. A veces te sentirás mal por perder el control, pero luego te sentirás bien por recordar, cuál es tu centro.
- La visión. Aprender a sostener lo que los demás no pueden ver no es tarea sencilla, pero ahí aflorará tu grandiosa voluntad. Por amor a ellos seguirás esa visión porque luego, todo el mundo podría beneficiarse.
- Inclusión. Cuando estás acostumbrada a estar sola, cuesta mucho dejar entrar a alguien, pero en un proyecto, habrá gente que por amor, quiera formar parte y en ti está confiar y darle un rol y un lugar a esas personas.
- El enfoque. Por suerte o por fortuna, veo a kilómetros la inseguridad y el baile de la falta de fe. A veces, no puede evitar verlo como un gran cúmulo de energía que no sabe hacia donde va. En otros momentos lo absorbía, en este, lo dejo con su dueño y yo mantengo mi enfoque y quietud adonde quiero ir, porque sé que todo lo que hago, cuenta y forma parte, de un gran plan.