Me estoy leyendo uno de los libros del nadador y escritor Lain García en el que te invita a realizar un ejercicio en el que escribes a mano una lista de 101 sueños. Para mí ha sido interesante porque los primeros 30 sueños fueron rápidos y fáciles: cosas por cumplir, habilidades por trabajar, refuerzo de relaciones importantes, hobbies por probar, lugares por explorar… Sin embargo, cuando tuve que continuar escribiendo sueños, la dificultad subió de nivel y me vi ante un panorama muy concreto: mantener y disfrutar lo que ya tenía y amaba. Por un momento, tuve miedo a perderlo.
Todos los sueños que venían después no se relacionaban con tener más, sino con potenciar o mantener lo que ya tenía. Y no solo era eso, era ver que tenía claras las prioridades de mi presente y de mi futuro y que había tanta fortuna que mentalmente era como estar abriendo la tarjeta de un regalo que decía: «atraes lo que amas porque heredaste la puerta de los sueños (en la que puedes hacer lo que quieras) y ella te permite cruzar de realidad a través de la fe. Tus sueños, no tienen más remedio que darse y cumplirse, porque la oportunidad te atrae tan fuerte que no te permite ignorarla, te lleva a accionar y a dar el paso para llegar a ella. Muchos pasarán, pero tú no, tu te regalas el lujo de escuchar la llamada e ir adonde otros temer llegar y hay decisiones, que pronto van a llegar para volver a tu verdadera y nueva realidad: una que ya tiene de tu presente todo lo que amas y agradeces y que, además, tiene el espacio suficiente para hacer llegar más cositas aun.»