En la mitología griega, Casandra era una sacerdotisa que al rechazar casarse con el dios Apolo, fue maldecida. Tendría el don de ver el futuro, pero nadie podría creerla. Hoy te contaré un cuento alternativo solo para que veas que hasta los contras de un don puedes sacarles beneficio si aprendes a canalizarlo correctamente.
Había una viajera del tiempo que nunca sabía a qué época iba a saltar. Con el tiempo determinó que era llamada por alguna razón a esos lugares. En uno de sus saltos cuánticos acabó en la celda de Casandra. Había sido encerrada hacía muchos años. Ella sobresaltada le dijo:
—¿Quién eres? ¡Qué ropas más raras llevas!
—Supongo que vengo del futuro. ¿Cuál es tu nombre?
—Soy Casandra y aunque no me creas, puedo ver el futuro. Troya va a arder y no me creen. Me duele tanto ver tanta muerte…
—Lo sé.
—¿Me crees? Me encerraron aquí hace mucho tiempo…
—En mi mundo las cosas no han cambiado tanto. En el tuyo matan, encierran o mandan al exilio a aquellos que ven y dicen la verdad, porque ni son escuchados ni les creen. En el mío, quizás los mantienen con vida, pero desde la ciencia se les encierra con la etiqueta de trastornados, desde la religión como sirvientes del mal y desde la mirada indígena se les concede cierta apertura redirigiéndolos en chamanes o siendo venerados como personas con alta percepción extrasensorial. En definitiva, los prejuicios y la discriminación son su celda en función de la cultura. Sufren mucho. Quizás yo te puedo ayudar.
—Duele tanto el sufrimiento y la incomprensión ajena… ¿Cómo me puedes ayudar?
—Cuéntame qué ves y cómo te sientes.
—Veo como Troya va a arder y no me creen. Me duele no poder evitarlo.
—Quiero que te lo plantees de otra manera. Si puedes ver cómo van a caer y no te creen, acepta que cada uno se convierte en el asesino de uno mismo y el dios Hades los acogerá en sus dominios. Sin embargo, tú tienes la oportunidad de elegir la vida que quieres para ti cuando la ciudad arda. Si no puedes hacer nada por cambiar el destino, utiliza el poder ver sus llamas a tu favor. Si va a venir la destrucción de un lugar y no te creen, tú puedes marcharte y sobrevivir. Ahora nos tenemos que ir.
—¿A dónde? Si no puedo salir de aquí. —le dijo Casandra sorprendida.
—Siempre llevo conmigo mi llave maestra, en el momento que haya un cambio de guardia, te liberaré y aprenderás a vivir tranquila con el caos del mundo externo.
Casandra fue liberada y agradecida se despidió de la viajera del tiempo diciéndole:
—¡Gracias! Puedes venir cuando quieras. Ha sido muy grato nuestro encuentro.
La viajera del tiempo le hizo una reverencia y volvió a su presente.
Qué frustrante es ver venir la caída de personas que amamos y saber que no poder hacer nada por evitarlo porque no te escuchan, ¿verdad? Es una gran lección de vida aceptar que cada persona se responsabiliza de su futuro y que solo podemos acompañar y crear nuestras alas para planear sobre el dolor de aquellos que deciden que no van a salir de su propio abismo. Hay que aprender a elegir bien qué batallas vale la pena luchar y cuáles no.