Hay relaciones que no están destinadas a funcionar, pero son necesarias para evolucionar. Hoy te contaré un cuento que conocemos todos, el del sapo que esperaba transformarse con el beso de una princesa. Con lo que no contó el sapito era que se encontraría con… Otra historia.
Había una vez, un sapo que se encontró con una mujer. El sapo le dijo:
—Princesa, con un beso tuyo me transformaré en un apuesto príncipe.
La joven lo besaba y lo besaba sin resultados. Era frustrante. ¿Qué tenía ella que hacía que no se transformara? Él le preguntaba:
—¿Quién eres?
—No lo sé, no lo recuerdo.
El sapo nunca se había encontrado con una princesa que no recordara quién era. La joven en un momento dado empezó a hacerse preguntas porque no entendía qué pasaba. Solo al pararse a mirar al sapo con detenimiento pudo ver su corona y recordar la verdad. Entonces, ella le dijo:
—Sapo, sapito, un beso mío jamás te transformará porque yo no soy una princesa, yo soy una reina y no quiero transformar a nadie. A mi lado quiero un rey y sino, prefiero estar sola. De hecho, la corona que llevas es mía. Yo te la presté sin darme cuenta porque nunca la necesité, ya que podía sentir mi poder sin ella. Por eso tu hechizo, yo no lo puedo romper, pero puedo darte la clave para hacerlo.
—Te devuelvo tu corona si me lo dices.
—Te han enseñado que solo puedes transformarte con el beso de una princesa, pero, también puedes hacerlo por ti mismo si sueltas todo aquello que no sueltas. Ese será el precio y sino tendrás que irte a otro cuento a buscar a tu princesa.
Cuando dos personas no buscan lo mismo, se nota, se equivocan de cuento. Sin embargo, siempre te enseñan algo de ti que no sabías porque el sapo era la llave para que ella recordara quién era, y ella a su vez, era la llave para que él rompiera su hechizo por si mismo.
Sapo y reina volved cada uno a vuestro respectivo cuento porque os habéis equivocado de puerta y de historia.