«¿No la aliñas?» «¿No le pones limón?» «¿Por qué no te echas salsa?» No estoy en contra de ello, pues en otra época de mi vida lo necesitaba y lo usaba. Pero, en la actualidad, no necesito camuflar el sabor original. Todo lo contrario. Me encanta el arroz de la paella, o el tomate valenciano con ese intenso olor y sabor, pero para apreciarlo en su totalidad, soy consciente de que necesito eliminar el envoltorio de los otros sabores, para realzarlo (no entiendo por qué ahora parece que todo tenga que llevar salsa).
Personalmente, me encanta concentrarme y saborear un único elemento y no tener la explosión de miles de matices. Ese reto, ya lo pasé. Con la vida pasa igual… No tengo complejo de ensalada porque no quiero ni tanto aliño, ni tanto componente, ni tanto brillo, ni tanto de todo… El tanto, me sobraba y no por ser desagradecida sino porque me abruma echarle tanta tierra a una planta que necesita poca para crecer, luego, se ahoga y se pregunta por qué no se siente bien. ¿Cómo se va a sentir bien si está enterrada entre tanto aliño y tanta distracción?
Sal del desaliño y saborea.