Vivimos en la sociedad de la inmediatez. Hacemos clic y compramos. Volvemos a hacer clic y nuestra comida llega a casa en un margen de treinta a cuarenta minutos. Pero… ¿Qué pasa con esas dudas existenciales que no entendemos, que queremos una respuesta YA y no tenemos? Esas respuestas no van a venir ni en el momento que deseamos ni de la manera que creemos. Llegarán cuando estemos preparados/as para comprenderlas, pues no todas las piezas tienen sentido en el mismo momento.
Ahora, echando la vista atrás sé por qué ciertas cosas se dieron y por qué otras no se dieron. Todo pasó como tenía que pasar. Sin ciertos percances o sin ciertos cambios, no estaría aquí escribiendo esta entrada del blog por ejemplo. Hay veces que la impaciencia me envuelve cuando quiero cambiar de lugar pero he entendido que si no me voy o no cambio aun es porque todavía tengo una labor que hacer. No es tanto por mis metas sino por los demás. No somos conscientes como nuestra presencia en la vida y en el lugar de alguien en el tiempo oportuno puede cambiar nuestro rumbo o darnos la pieza que nos faltaba para comprender un gran misterio.
Personalmente, aunque la duda y la impaciencia por saber y entender ciertas respuestas me gobiernen, simplemente vivo, sé que cuando esté lista llegará la pieza clave que será vital para comprender el mapa completo de mi puzle personal. En ocasiones, he tenido la sensación contraria, tuve respuestas primero sin saber lo que significaban hasta conocer a personas que me hicieran la pregunta correcta. Es interesante pensar que a veces no le veas sentido a algo y hasta que cierta ser humano no nace o no entre en interacción contigo o un lugar no te atraiga, esa pieza que tanto esperabas, no llegará. Todo tiempo, tanto tuyo como del otro, conecta de una manera tan brutal, que somos como una gran red llena de incógnitas fascinantes.
Supongo que me siento como ese alumno que pulió cera en la peli de Karate Kid… le parecía todo absurdo hasta que tiempo después, se le mostró el lugar que ocupaba esa simple acción.