Mientras que otros te lo vendían como un «problema» yo lo veía como un «regalo». La etiqueta por llamarlo de alguna manera de tímida me daba una serie de cosas que la extroversión no me iba a dar.
- Te permite no conectar con todo el mundo y sus aburridos temas de conversación. Si conectas con alguien es porque conectas al 100%.
- Tu ratio de personas es reducido y selectivo, tomas conciencia de que no necesitas tanta energía ajena.
- Eres feliz con lo que tienes, aunque solo sean 3 personas. Te parecen maravillosas tal y como son.
- Observas toda la energía del grupo, tanto lo positivo como lo negativo y concluyes el gran poder que tiene una multitud para cambiar las cosas.
- Te permite trabajar la soledad, la creatividad, el espacio y el desapego.
- Intuyes que hay personas que se vacían de energía y se recargan con otras y en cambio hay otras que disponen de esa energía ya de serie y no necesitan sobrecargarse más.
- Tienes inquietudes más allá de lo social.
- El silencio te da bienestar y los límites hacen que el caos externo no destruya tus pasos de vida.
- Aprendes a gestionar la gran necesidad que observas en los demás porque son enormes. Hay tanta hambre de todo… En definitiva, la regulación se convertirá en tu compañera si trabajas cara al público.
- La naturaleza, la montaña o la playa podrán convertirse en pilares de paz en un mundo tan lleno de estimulación y velocidad.
Ya no se trata de ir de polaridad a polaridad pues ha habido etapas de la vida donde uno/a puede ser más sociable y otras menos. Sin embargo, es importante darle un lugar a esa parte más tímida de cada uno de nosotros mismos porque, al fin y al cabo, tiene una serie de beneficios que pueden ser un punto clave para evolucionar.