Los periodos de ermitaño son espacios de tiempo donde hay mucho cuestionamiento interno. A lo pronto podría decir que llevaré como… tres años de mucho movimiento, primero me cuestioné mis bases, luego fueron mis creencias, después mis expectativas, seguido de mis proyectos y luego vino un sinfín… en efecto dominó. Lo peor supongo era que al tener claro que no iba a seguir la influencia ni los límites ajenos iba a tener que escuchar y darle un verdadero sitio al pepito grillo de todo esto: mi intuición.
Cada dos por tres los deseos de los demás acaban depositados en mi saco y por alguna razón ese pepito grillo me los grita como un amplificador hasta hacer que me pregunte: «¿de verdad esto lo quiero para mí?»
Hay una frase que le dije a una amiga este año y supongo que en el fondo me la podría decir a mí y fue: «Si tu intuición te dice que te lances, te lanzas a saco, apostando todo al rojo, pero si hay mucha duda y pasan cosas una y otra vez que impides que avances, escucha bien y cambia de camino. Hay algo extraño. O pisas fuerte o no lo hagas.»
Los tiempos de puro cuestionamiento no son fáciles porque es como hacer una gran limpieza en casa. Eliges lo que se queda, lo que no, lo que permites que entre, lo que sale, lo que cambias de lugar, un remodelado, un nuevo enfoque… Pero su ventaja es que al tener tanto movimiento significa que tienes la oportunidad de establecer unos pilares más fuertes cara a tu proyecto de vida.
Yo por ahora, todo al rojo.