Es una de las cosas más hermosas de la vida, porque se observa a través de múltiples acciones. Cuando te desvías un poco del camino o del tema, siempre viene alguien a recordarte que vuelvas a tu sitio. Es como si tuvieras guardianes que cuidan de ti incondicionalmente. Son esas personas que miran más allá de la simple piel, aquellas que no permiten que tu alma se pierda. Portan miradas llenas de amor que llegan a tu corazón porque percibes cómo te miran a trasluz.
Siempre me he sentido desnuda ante ese tipo de capacidad, pero es realmente bonito dar gracias por tener la suerte de vivirlo. De hecho el otro día, recuerdo que le dije a una amiga: «Ojalá pudieras verte con los ojos que yo te veo, porque verías tanta belleza y tanto talento que no sentirías complejos nunca más de lo valiosa que eres»
En un siglo tan superficial, encontrar a personas con una vista más ampliada es todo un lujo. Son miradas selectivas con el don de observar los pequeños detalles y por eso, me quito el sombrero y doy gracias por alumbrarme cada día del año, cuando mi vibración baja (pues hay retos que todavía estoy en proceso de trascender) . Ellos/as me recuerdan constantemente lo importante que es siempre, saber, cuál es mi lugar.
En definitiva, son el norte de mi vida.