En un mundo lleno de estímulos constantes, es común sentir la sobrecarga sensorial. Una práctica simple y efectiva para contrarrestarlo es quitarnos los zapatos y tocar la tierra. Durante las últimas décadas el uso de zapatos poco permeables impide que podamos conectar con la energía terrestre. Esta conexión con el suelo no solo nos ancla, sino que también nos permite sentir la textura de la tierra, la frescura del pasto o la calidez de la arena. Al descalzarnos, activamos nuestros sentidos, favorecemos la circulación y promovemos una sensación de bienestar que nos ayuda a reducir el estrés.
La práctica se enmarca en la filosofía del “grounding” o conexión a tierra, que sostiene que el contacto directo con la naturaleza alivia la fatiga mental. No hace falta mucho: un parque, un jardín o la playa son suficientes para experimentar sus beneficios. Hacer esto, aunque sea por unos minutos al día, puede ser una vía efectiva para reconectar con nosotros mismos y reducir la agitación mental.