¿Qué probabilidad hay de que crezca un grandioso oasis en mitad del desierto? Mínima. Quizás, seas así, de esas personas que en lugares y en condiciones donde no crece nada, bajo temperaturas y sucesos que acaban con otros, se desarrolla igualmente, lleno de vegetación y de riachuelos que transportan, deseos de vida. No son mala hierba, son hierba con personalidad y resiliencia, capaces de crear nuevas vías que te llevan a vivir de la mejor manera posible entre tanto obstáculo. Son abre caminos.
Hasta un oasis en mitad de la nada tiene su lugar, guía y da cobijo a alguien perdido entre las dunas, porque hasta las palmeras dan resguardo a aquellos que necesitan cierta sombra, para descansar y reponer fuerzas. Una vez hecho, ¡a seguir el camino!
Hay una palmera en México, que se llama la palmera del viajero, que aparecía en los caminos para hidratar, pues en ella, había agua y eso daba vida y esperanza a aquel que tenía el valor de recorrer su largo camino.
¿Cómo se consigue ser un oasis? Con el autocuidado. Pase lo que pase, gracias a ello, independientemente de lo que suceda alrededor, seguirás creciendo. Pues nada frena a la propia madre naturaleza de evolucionar si eso es o que hace latir su corazón. Y la naturaleza conecta directamente con ese cuidado personal. Esa es la llave.
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¡Abracadabra! Y el oasis apareció.