Hay tiempo para todo. Tenemos años más enfocados en los amigos, otros en la pareja, en la evolución de un trabajo, en los viajes, en las fiestas… pero hay un momento (que quizás se da o no se da), que es una época de ermitaño donde necesitamos alejarnos de todo, no por falta de amor sino porque necesitamos un verdadero espacio para ubicar ciertas cosas que antes no tomábamos conciencia de su presencia y ahora sí. ¡Bravo por todos aquellos que se sumergen en esta época porque no es nada fácil y porque se requiere de mucho valor para seguir la llamada de lo que a priori, no te permites escuchar!
Tus propias inquietudes, llevan años furulando sin forma alguna, como una gran niebla espesa que se diluye a voluntad visibilizándose cuando quiere o escondiéndose. Es abrumador volver a la cueva de Platón sabiendo que al salir no serás la misma persona. Sin embargo, tengo una buena noticia que darte, una vez que hayas tenido esa conversación tan incómoda con tu inquietud más profunda, ella misma será la que tendrá el honor y el rol de sacarte de allí.
Creo que este tipo de épocas enseñan cosas super necesarias para nuestra propia evolución. Es normal sentir de todo, el altibajo se convertirá en una gran rutina. Pero todo pasa, nada dura eternamente. Antes o después cada asunto encontrará su lugar y la liberación que encontraremos en ello será tan maravillosa que habrá valido la pena ese despertar, porque al fin y al cabo, cuando hacemos consciente lo inconsciente, lo que causamos es dar un lugar a aquello que no lo tenía y que estaba perdido en el limbo.
¿Qué forma le darías a tus propias inquietudes? Quizás será curioso lo que diré pero con el tiempo, he visto que la niebla solo era el final de un ovillo. Al entrar en la cueva de donde venía su espesor, descubrí que todo aquello de lo que huía no era niebla en sí, era el humo de una gran energía que solo pedía ser reconocida y que solo podría verla, cuando escuchara mi verdadera vibración. Es importante entender que para escuchar ciertas llamadas, el oído debe activarse y ser sensible a su sonido. Además, la época de ermitaño viene sacudida por un cambio de perspectiva muy importante, donde la enfermedad deja de ser enfermedad (pues es la guardiana de un mensaje muy poderoso), donde las crisis dejan de ser crisis (pues son la cara oculta de una gran oportunidad) y donde el arriba y el abajo acaban siendo lo mismo (porque formamos parte de algo tan grande que solo puede nombrarse con la palabra «abundancia»).