Cuando hay carencia y necesidad, en cuanto aparece un poco de belleza, se nos activa el deseo de poseerla rápidamente viendo como nuestro lobo muerto de hambre sacia su apetito fugazmente por miedo a no saber cuándo volverá a tener la oportunidad de probarla. Sin embargo, cuando hay abundancia y amor, es imposible que la queramos poseer ni guardar porque ilumina tanto todo a nuestro alrededor que sería una pena encerrarla en un baúl, pues solamente libre es cuando podemos verla y disfrutarla poco a poco, sin prisas ni escasez. Elegir una vida desde la abundancia y no desde la carencia, es lo que cambia las reglas del juego entre conformarnos con dar todo y recibir migajas (o incluso nada) activando el sufrimiento o la frustración, a recibir de todo con agradecimiento sin haberlo pedido y llenarnos de bienestar.
¿Cómo cambiamos eso? Hackeando nuestros pensamientos. Para hackear un sistema tenemos que saber primero cuál es su patrón y qué lugar ocupa cada elemento. Una vez los identificamos y observamos sus movimientos es fácil colarnos en algunos de ellos y modificarlos a gran escala. Lo mismo pasa con la mente.