Esta frase es aterradora. Siempre acabo preguntando: «¿Eso es bueno o malo?» No te puedes hacer una idea del poder que tiene tu parecido en el amor y el odio de una persona. Porque si le recuerdas a alguien que amaba, te amará, si es alguien que odiaba, te odiará sin tener tú ninguna culpa y como le recuerdes a alguien que amó, pero con la que tiene asuntos pendientes no te libras de tener una de cal y otra de arena en su comportamiento hacia ti. Lo peor no es eso, lo peor es darte cuenta de que no te ve a ti, de que eres invisible ante sus ojos, sino que mira al fantasma de otra persona y que al final te lo tomas como que tu misión es ser su maestro/a temporal y hacerle de espejo para que lo trascienda.
En algunas ocasiones, nos enfadamos con otros por sus balazos emocionales o sus ganas de cambiarte cuando hay una historia detrás. Hace muchos años, tuve una ex pareja que trataba que fuera alguien que no era. Con el tiempo supe que yo le recordaba físicamente a un viejo amor platónico del instituto. Finalmente acabé dejándolo porque sus continuos reclamos y deseos de que fuera distinta no solo me despertaba la sensación de que hiciera lo que hiciera nada era suficiente sino que yo tenía que aprender a ver que él tenía una no disponibilidad emocional como una casa. Una persona no puede abrir su corazón si no cierra capítulos de su vida, porque sino las proyectará en sus nuevas parejas. Creo que valoro mucho esta relación porque aprendí cosas muy importantes para las siguientes y para todos los ámbitos: a no sentirme nunca más insuficiente porque no tengo que ser otro humano, a no aparentar algo que no soy, a dejar ir a personas que amo cuando veo que no están disponibles para amarme por mucho que duela, a no tomarme como personal esas proyecciones porque son sus historias y a preferir la soledad antes que amores a medias.