Nuevos propósitos. Hackear tu propia mente implica tener mucha claridad, conciencia y determinación, pues cuando has estado décadas con los mismos patrones y hábitos, ellos tendrán miedo de tu intención y eso para muchos, supone poner a prueba su voluntad. ¿De verdad lo quieres? ¿Vas a mover el culo por ello? Pues entonces tienes que cambiar y abrir una nueva habilidad. Ahí surge el desafío y ahí es cuando ves que vas por el buen camino porque las resistencias o las distracciones harán acto de presencia y se convertirán en grandes maestros. Cuando entiendes que un deseo te hace mejorar, las pruebas pasan de ser obstáculos a medios necesarios para tu mejora. No hay mejora, sin cambio y sin movimiento. Yo en cuanto veo el reto, pienso: «estoy yendo bien»
Hace unos años, en la llamada «crisis de los 30», me colé en la torre de control de mi mente (en este siglo lo llaman biohacker) y eché a todo lo que estorbaba activando el asco más absoluto. Solo se puede destruir y construir valorando lo que permites dejar y soltar. Sin asco no marcas límites ni sueltas. Pero no todo fue tan fácil, tuve un gran pulso, pero no con las guerras del mundo, sino conmigo misma. Tuve que llegar al acuerdo de que no iba a destruirla sino a sacar lo mejor de sí misma, pero el amor por lo insano no me lo permitía, me hacía de freno. Pues mi mente guardaba miedos que no eran suyos y la anestesiaban.
Ahora, viéndolo de lejos, fue lo mejor que me pudo pasar. Tenía la conciencia tranquila.
Quizás me preguntes: ¿Cómo te colaste en tu mente? No fue fácil, porque iba a ciegas sin ver el camino pero solo sé que pasara lo que pasara no podía dejar de andar, tenía fe y no tenía más opción que seguir. Antes o después llegaría.
Era eso, o no alcanzarlo.