Echar la vista atrás cada año es algo que me gusta hacer sobre estas fechas. Considero que es una manera de ver en qué he mejorado, qué retos han surgido, cómo he sobrellevado las experiencias de la vida y qué me gustaría trascender. Ha sido un año de sin prisa pero sin pausa, que creo que me ha nutrido y me ha preparado para acceder a una nueva etapa. Podría dividir en 7, las lecciones de este 2024.
- La sanación. Cuando sanas, inevitablemente despiertas la sombra de quien tienes al lado y tener que sostener sus heridas o su oscuridad no es tarea sencilla. Creo que esto, me ha enseñado a estar todo el rato en mis raíces, porque si me lo tomaba personal, podría llevarme a un terreno del que no vale la pena entrar.
- La responsabilidad. He tomado conciencia de la cantidad de personas que no quieren hacerse cargo de sí mismas y le echan la culpa a todo el mundo menos intentar observar su interior. Creo que he aprendido algo muy concreto y es, haya la circunstancia que haya, sea favorable o desfavorable no voy a perder el tiempo en queja o en buscar culpables, busco mantener mi paz y hago lo mejor que pueda para que mi estabilidad no se vea perturbada. Cada segundo, cuenta.
- Respetar los ritmos ajenos. Antes quería que los demás pudieran ver más o ayudarlos … Y me di cuenta de que no se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado. Y no se le puede hacer ver a quien no quiere ver. Por tanto, respetar la conciencia y los ritmos de cada persona es esencial y marcar límites también para que sus decisiones no me afecten o por lo menos, influyan lo mínimo. También tuve que aprender a respetar el crecimiento propio, por más que acelere si hay algo que debo integrar en 3 meses, debo tener la paciencia de saber sostenerlo.
- La distracción en esta era es un freno como una casa. Mientras las personas se entretienen quejándose de que una puerta está cerrada por tal persona o por qué será o qué injusticia… Yo me pongo a pensar en cómo abrirla o en abrir otra puerta. La queja es una energía que te enferma y no te lleva a buscar soluciones. Si es algo de lo que no tienes control, buscas otra soluciones y si es algo sobre lo que tienes control, buscas otra solución. Pero hacerse mala sangre, solo envenena el alma.
- La sorpresa, se ha manifestado por vías o canales que no eran ni posibles. Me han llegado las piezas exactas que necesitaba para seguir mi camino. A veces, no tenía claro si lo estaba haciendo bien y acabé el año con un mapa muy concreto de lo que tengo que hacer en 2025 y es fascinante. Se me ponen hasta los pelos de punta. Todo llega en el momento exacto. ¡Qué maravilla!
- La gratitud. Se confunde evitar tener más cosas con falta de amor y es todo lo contrario. Una persona que sabe el amor que tiene y agradece todo lo que tiene alrededor, le pondrá una barrera a la falta de fuelle. Los límites son el colador perfecto para cuidar todo aquello que solo está al mismo nivel. Si quiero de verdad agradecer todo lo que tengo esa es mi manera de honrarlo. Eligiendo con serenidad lo bueno. Lo demás, puede irse al foso.
- Los imprevistos. Hay cosas que no han salido como yo quería, pero, aun así, creo que debían pasar así. Antes era una de esas personas que se lamentaba porque las cosas no salieran perfectas, pero ahora entiendo que todo tiene su razón de ser y que hasta lo que no se da es porque el universo me cuida de un mal mayor. La fe que he ganado es la que me mueve a construir mi pequeño imperio de creatividad y por esa pasión, vale la pena continuar. Ahora ya, no es momento de parar porque para mí, nunca hay problemas, hay desafíos y cada uno de ellos, me hace sacar la chispa del ingenio.
¡A por el 2025! Esa versión es la que abrirá lo que quiero. ¡Queda mucho por hacer!