Te das cuenta de cómo has avanzado cuando los viejos hábitos y patrones que no son sanos para ti se acercan a tentarte continuamente para que vuelvas, como esos camellos que incitan al exdrogadicto a volver a consumir. No hay nada como ver que es un reto que va acompañado de la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto eres fiel a ti mismo/a? ¿Vas a traicionarte de nuevo o serás inmune? Voy a contarte una historia…
El barco Sol y luna, llevaba un largo tiempo navegando. En un momento muy concreto, fue interrumpido por unas sirenas que vivían por aquella zona. No podían ir por otro sitio, debían cruzar. Los marineros las observaban, eran bellas como diosas y poseían unos cantos que harían ceder y caer a cualquier mortal. La tripulación estaba atemorizada y el segundo de a bordo le dijo a su capitana:
—Vamos a caer. Tanta aventura para nada… para quedarnos estancados aquí para siempre.
La capitana que ya había pensado en un plan le dijo:
—Vais a caer.
—¿Cómo? Pero mi señora…¿Nos sacrificas sin más? —le dijo el segundo de a bordo con cierto desdén.
—Confiad en mí. Si las sirenas sienten que no cedéis se enfadarán y serán más difíciles de controlar por su ira y sus resistencias. Sin embargo, si cedéis y les hacéis creer que tienen el control, seguirán calmadas y me dais el tiempo suficiente para sacar mi as de la manga y cambiar su foco de atención.
Supongo que las sirenas no contaban con que no se encontraban ante una simple capitana de barco, era una maga con inmunidad que podía hacer grandes trucos de magia. Así fue como la tripulación aceptó las órdenes de su capitana y cedieron embelesados a los cantos de las sirenas mientras ella pudo escabullirse y crear con humo un barco con doble tripulación. Decidió ponerlo a conciencia bien lejos y no tardó en surtir efecto. Las sirenas atraídas por la cantidad de personas que lo habitaban fueron a curiosear dejándolos en paz. Para cuando las sirenas se dieron cuenta del engaño, el barco de la capitana ya estaba fuera de su alcance. Una vez que llegaron a aguas tranquilas, el segundo de a bordo le preguntó a la capitana:
—¿Cómo sabíais que iba a surtir efecto?
—Muy fácil, la codicia hace que siempre quieras más y una persona que se dispersa por eso, tiene una gran debilidad, que se distrae o pone su foco en otra parte que tenga más cantidad o brille más. Así, siempre podrás escapar. Por eso necesitaba que todos cediérais para hacerles creer que se habían salido con la suya mientras desviaba su mirada. Agradezco vuestra fidelidad, nunca permitiría que le pasara nada a la maravillosa tripulación que viene conmigo.
El segundo de a bordo felizmente le hizo una reverencia y siguieron su ruta.