No hay nada que me indigne más que ver el poder que tiene el miedo, la ignorancia y el estigma social en la discriminación. Hace unos días fueron las votaciones y me chirría escuchar en este siglo frases arcaicas como que las personas con discapacidad no deberían votar. Considero que después de la gran lucha que ha habido y que hay por promover los derechos sociales no nos podemos permitir el lujo de volver atrás. A mí, me da más miedo observar cómo personas así tienen la osadía de decir esas cosas cuando justo ese tipo de personas son las más peligrosas. Si se promueven los prejuicios y se rechazan a personas que tienen todo el derecho de estar incluidas en esta sociedad con tantas diferencias y necesidades solo da lugar a remarcar una vez más la gran necesidad que hay de integrar y de visibilizar a distintos colectivos para que no sean excluidos.
Hemos heredado el rechazo a la diversidad de siglos anteriores, en nuestra mano está decidir si queremos trascenderlo o mantenerlo cara a las generaciones futuras.