El punto de no retorno: ¿Para qué?

Cuando inicias un viaje, al principio lo haces con inseguridad y con un pequeño salto de fe. El primero es el más duro y el más tembloroso. Pero luego, ves que el camino se abre y llegas a una encrucijada: el no retorno. Ese es un punto, donde ya no hay cabida para volver atrás, donde ves que estás mejor en el sitio que estás y donde la evolución te permite tener claro cuáles son tus límites y no por rechazo ni falta de empatía, sino porque eres consciente de que esa vida que dejaste atrás frenaba tu desarrollo y que se presentó el reto de hacer algo con ello.

Luego llegaste a una bifurcación y se te hizo elegir de nuevo, para ver si eras capaz de sostener tus decisiones. Incluso, el miedo te acompañó, pero no para frenarte sino para impulsarte, llegándote a decir:

—Mira todo lo que te he enseñado y todo lo que te hago ver, por eso volver atrás, no es una opción. Solo hay un camino y es el de la evolución y sabrás cuál es porque es aquel que está lleno de incertidumbre.

No hay mayor descanso que preguntarte: ¿para qué? Porque cuando la respuesta es: para nada. Sueltas y confías. Cuando ya no tiene sentido sostener lo que está destinado a irse, se produce una liberación y cambias de lugar (y si encima has hecho lo máximo que has podido, sabes que puedes irte con la conciencia tranquila). Ese punto es realmente importante, porque hace que te despidas con agradecimiento.

Acabas la función, cierras el telón, apagas las luces, coges tus bártulos y coges un tren para ir con entusiasmo a tu nueva estación: la sorpresa.