Mi sombra/mi miedo y yo llevábamos un largo viaje. Una noche, acampamos en un lugar remoto, encendimos una fogata y mirando las estrellas le pregunté:
—¿Querida sombra, por qué te noto inquieta?
—Percibo algo que todavía no puedo ver, pero tranquila, como leal guardián de tu noche, te custodiaré bien.
—¿No lo ves todo?
—Sí, pero esto es diferente. Es una energía distinta, usa la oscuridad a su favor para invisibilizarse y juega con las mismas bazas.
—¿Te inquieta? ¿Crees que puede hacerme daño?
—No exactamente. Pero se mueve sigilosamente y cambia de lugar. Merodea. De hecho, me atrevería a decir que es una sorpresa.
—¿De quién?
—De aquellos que te aman y ya no están aquí. Le pidieron a la luna que te lo enviara y ella que tiene ese poder lo aceptó. Igual que me envió a mí a cuidarte hace mucho tiempo.
—¿Qué hacemos entonces?
—Nada, seguir el camino, pronto amanecerá. Es una energía que tiene tanta curiosidad como tú, creo que es una oportunidad.
—La curiosidad mató al gato, por eso la dejé a un lado.
—En este caso no, la luna no cree que sea así, te pide que confíes. Más adelante podré decirte más.
La oportunidad merodea y nos acompaña primero, rodeándonos de sorpresa y de misterio observando si hay apertura para podernos ofrecer un regalo. Pero no le tengamos miedo. Ella se mostrará llegado el momento. Sintamos su presencia, es el amor de otros que ya no están que nos lo envían de otra manera, de una, totalmente inesperada (con la llegada de personas, de lugares o de otros senderos tremendamente especiales).