Creo que la primera vez que un maestro espiritual me dijo eso me sorprendí, era una descripción perfecta de cómo me sentía. Qué mal se escucha una radio cuando no pilla bien la emisora, se mezcla con otras, no se entiende o no la pillas porque es capaz de absorberlas todas. Creo que a las personas nos pasa lo mismo. En esta era de la abundancia si no aprendemos a seleccionar, nos quedamos en el limbo de las interferencias o en tierra de nadie. No es fácil llegar hasta ese punto pues irás dando tumbos hasta dar con el canal que toca. Eso sí, una vez conectas ya no hay marcha atrás. Es esa emisora y no la cambiarás por nada del mundo porque tienes claro que todas las demás no te sientan bien o no son caminos para ti.
Sintonizar es: recorrer caminos que sabes que no te van a gustar pero que son necesarios para llegar a la otra orilla, revelar lo oculto, disponer de tiempo para poner sobre la mesa toda la abundancia de la vida y reflexionar con qué te quedas y con qué no, aceptar que comprendes todos los canales pero que no todos están hechos para ti, perderte y encontrarte y sobre todo, aprender a RODAR y rodar la rueda de la radio hasta encontrar tu hogar, porque es maravilloso entender la sintonía de los demás, pero si no vuelves a tu canal, llevarás a cuestas, frecuencias y ruidos de otros canales.
Tener la capacidad de rodar significa poder entender mis interferencias pues a menudo me pasa que al pasar al lado de un farola, mi campo energético interactúa y se apaga la luz. Sin embargo, aunque la interferencia permite ser el puente de la empatía que conecta con otras personas y comprender su historia, también he tenido que aprender a manejar la rueda para regresar a mi propio canal.
Por fin, después de una larga odisea, he vuelto a casa…
Al final, entendí mi misión. Si no me perdía no podía entender las otras frecuencias o energías. Una vez comprendidas e integradas ya podía volver a mi lugar.