Ya no eres aquella que se iba de fiesta, que luchaba a capa y a espada por todo, que vivía en modo alerta siempre y que por no discutir cedía a muchas cosas o al revés… Es verdad, ya no soy la misma, hay muchas cosas que ya no están. Es como si el aire se las hubiera llevado y eso es bueno, sin cambio, no hay evolución. Mis prioridades, han cambiado y no te haces una idea.
Ya no estoy por la labor de vivir en un enjambre de caos ni en piloto automático, ese no es mi sitio ni mi nivel de conciencia. Con mis 33 años puedo decir que he vivido muchas cosas. Siempre, me he sentido tremendamente vieja de alma en un cuerpo joven. He tenido años enfocados en amistades, fiestas… Aprendí que habían diferentes tipos de relación y que debía elegir cuáles estaban hechas para mí y cuáles no. Tuve años, donde tenía el foco puesto en viajes y en la exploración del mundo. Quién sería yo si no hubiera tenido el deseo de visitar tantos lugares y nutrirme de diferentes culturas. Otros años, han sido la familia, el refuerzo de las relaciones, el cuidado de una enfermedad o la muerte llevándome a ver cómo un solo miembro, puede mover la energía de todo un clan tanto por su presencia como por su ausencia y la relevancia, de honrar. Luego disfruté de otros en los que me llené de la experiencia de la vida en pareja, la construcción o la destrucción de un hogar y cómo me hacía falta dejar ir cuando el universo me decía que tenía otros planes para mí. Por último exploré otros años, donde se evidenciaron mis asuntos pendientes y la importancia de darles un lugar y un final responsabilizándome tanto de la salud mental como de los límites. De todo, he aprendido grandes cosas que no cambiaría por nada, pero este en particular… Es mi negocio y disfruto de este reto y de esta nueva etapa.
Ser empresaria creo que era algo que siempre estuvo en mí, pero lo dejaba a un lado como algo que no pensaba que fuera a darse, no por falta de fe sino porque había otra lección. La vida o el destino encontró la forma de manifestarse y despejarme el camino, creo que fue cuando decidí aceptar mi destino y sacar de mí, habilidades que ni yo sabía que estaban y lo mejor de mi familia (sin querer la muevo de muchas maneras creciendo también). Por último, me hace ver que tengo amigos/as que me acompañan con su propio propósito retroalimentándome y haciéndome sentir aquello que siempre anhelé: la confianza de una tremenda paz.
Sí, he cambiado y mucho más que voy a cambiar, porque para mí ahora, es esencial tener un propósito y por eso ya no resueno con el caos diario, porque la dispersión solo muestra falta de enfoque, de prioridades y de límites. Ya no soy adicta al ruido. Ahora lo soy, al silencio y al desarrollo personal.
Que grande eres ❤️❤️
eres maravillosa 🙂