Hoy quiero hablar de Jaime, fue uno de mis guías cuando estuve en México. Él me contó que su abuela siempre hizo hincapié en que su madre y él como nieto, estudiaran música. Él no entendía por qué. Años después al ver su carta natal maya, vio que uno de los talentos ocultos de su abuela, era la música y fue algo que no pudo realizar por circunstancias varias. Cosa que se vio reflejada de alguna manera en su descendencia. Él por un deseo generacional, aprendió a tocar el violín, pero no era su pasión.
Cada familia tiene unos dones y unos sueños que si no son realizados cuando tocan, de forma inconsciente se revelan o se trasladan en la segunda, tercera o cuarta generación siguiente. En ocasiones, uno de los miembros se da cuenta de esto porque quizás tenga ese don o quizás no. En el caso de que sea así, no tiene por qué hacer lo mismo que su ancestro y si no lo posee, no debe sentirse mal tampoco, porque solo forma parte de sueños heredados que no son suyos y que deben estar con la persona (que sin querer), lo dejó como asunto pendiente.
A lo largo de mi vida, he hecho cosas que ahora me doy cuenta que más que por mí, han sido realizadas por una herencia emocional. Esa toma de conciencia en un momento dado, me ha llevado a devolver el sueño a su dueño y a no llevarlo a cuestas, como Jaime. Él estudió unas cosas y llegó un punto donde se dio cuenta que lo que realmente le encantaba era contar historias. Dejó lo que a priori había estudiado (empresariales por deseo materno) para sumergirse en la historia y ser guía. Era feliz con ello.
Gracias Jaime por compartir vidas, sueños e historias, pues me ha invitado a reflexionar, a honrar y a agradecer a todos mis ancestros todos los sueños que tuvieron (independientemente de que quedaran o no como asuntos pendientes). Mi lección era entender a todos y cada uno, pero una vez hecho, deben regresar con sus respectivos propietarios y sacarlos de mi mochila.
Sueños y deseos que no sois míos, os dejo libres. Volved a casa.