Coges un vaso, se cae. Cierras la puerta y la tienes que volver a abrir porque se te ha olvidado algo. Bajas una escalera y la vuelves a subir porque no has cogido el bolso. Intentas imprimir y la impresora se queda sin tinta. Tienes ganas de comer chocolate y no queda en la tienda. Después de pasarte horas así al final parece que sea mejor sentarse y no hacer nada que seguir luchando a contracorriente. ¡Qué día tan desastroso!
Creo que son días de paciencia porque no es fácil sentir que las cosas no salen como queremos y que parece que haya algo en el ambiente que no permita fluir. Unos dirán que es levantarse con el pie izquierdo, otros que tienes la cabeza en otra parte, otros que está perdiendo facultades, en definitiva, es algo que no va al ritmo que tiene que ir e incluso quizás sea un aviso de que es mejor hacerlo en otro momento y que hay que tomarse las cosas tal y como vienen, con calma. Es como ir en coche y aceptar que tenemos delante un semáforo en rojo y que debemos parar. Ya llegará el momento donde el semáforo cambie a verde y nos permita avanzar.