Había una vez, una loba que nació cerca de un rebaño de ovejas. Tal era su amor hacia ellas que decidió no comérselas y cuidarlas. Un día, una oveja le dijo a la loba:
—Están desapareciendo ovejas. Ellas dicen que algo pasa de noche, pero que no lo ven.
Entonces la loba le pidió al rebaño que le confeccionaran un disfraz y las ovejas por lealtad se lo hicieron. Llegó la noche y observó como un lobo acechaba al rebaño. Se acercaba y les decía:
—Os mataré a todas si no sale una oveja del rebaño.
Las ovejas como tenían miedo presionaban a una a salir. La loba, que sí que podía ver en la oscuridad, vio como el lobo guiaba a la oveja hasta el filo de un barranco y llegado el momento la lanzaba abajo. Después, la convertía en su alimento. La loba estaba enfadada. ¡Qué injusto! Así que ideó un plan, pues iba a probar de su propia medicina. A la siguiente noche, el lobo volvió a aparecer y la loba disfrazada de oveja salió del rebaño como el lobo indicó. ¡Qué egocéntrico era el lobo! Guio a la loba con una sonrisa en la boca hasta el filo del barranco y cuando llegaron a ese punto, la loba fue quien tiró al lobo al barranco. El lobo magullado, desde abajo vio como la loba se quitaba el disfraz y este le dijo:
—Eres una loba, estás traicionando a los nuestros. El amor por tu pueblo te llevará a la muerte.
—¿Tu tienes el valor de hablarme de traición? Acechas a las ovejas en la noche para que no te puedan ver y las torturas por placer. Eso no tiene nombre. No eres digno de nuestra especie y no tienes honor. Más allá de ser un lobo, un cordero o una cacatúa está ser leal a quien amas.
—¿Piensas dejarme aquí?
— Que se apiaden de ti los buitres.
Así fue como la loba alejó la inquietud del rebaño y les devolvió el disfraz con mucho agradecimiento. Luego, decidió custodiar la noche para protegerlas pues para ella, no había nada más importante, que amarlas. La loba nunca imaginó hasta qué punto gracias a este suceso, su vista se iba a agudizar, pues hasta empezaba a ver lobos disfrazados de ovejas en el propio rebaño pero mientras no hicieran daño a quienes amaba, no tenía caso inquietar innecesariamente a las demás.