Sería peor quedarme donde estoy. Tanto si elijo quedarme como marcharme se activa una emoción y no es que me encante sentir ninguna de las dos. La comodidad tiene un precio. Pero si tengo que elegir entre accionar o no accionar, acciono. Y si tengo que elegir entre la puerta de la infelicidad y la del miedo, prefiero el miedo. ¿Por qué? Porque el miedo me surge cuando salgo del confort, en cambio la infelicidad me surge cuando estoy en un sitio donde no quiero estar.
Hay muchas decisiones que no son nada fáciles, porque te ponen entre la espada y la pared. Sin embargo, lo que me hace elegir el miedo no es otra cosa que el amor. Al final la pregunta sería algo así: ¿Prefiero la puerta de la cómoda infelicidad para quedarme en un lugar que ya conozco y no me va a dar la posibilidad de avanzar o la puerta del miedo a la incertidumbre con la posibilidad de amar?
Cruce lo que cruce sé que tampoco es fácil, porque algo, debo dejar atrás. Supongo que al final prefiero vivir una incómoda pasión sabiendo que en el fondo me da paz, que una cómoda seguridad que a la larga sé que me va a marchitar. Es curioso para mí ver a muchas personas que quieren tranquilidad y se mantienen en lugares y personas que son caos por autolimitación. La paz solo se encuentra cuando están en resonancia el interior y el exterior a través de la pasión.
¿Qué es una vida sin pasión? Es la muerte en vida de alguien que no encuentra su conexión, en un mundo tan interconectado.