Me siento afortunada de darte la bienvenida al siglo del cortocircuito. Hay tal aceleración y tanto ritmo que no me extraña que se de valor a la salud mental. Un voltaje más y seremos capaces de detonar y hacer arder una ciudad entera (Troya se quedaría corta).
De peque te comes el horario a base de escuela, deberes y extraescolares. Parece ser que permitirse el lujo de aburrirse por un rato no es negociable (a veces hace falta).
De adolescente te empachas de las ‘primeras traiciones’ de las amigas, de los ‘primeros amores’, de estar a la última moda, de los teléfonos, de la tecnología y su esclavitud, de las adicciones sociales y de la mierda de publicidad que nada a sus anchas observando a quien puede absorber.
Cuando llegas a la juventud, te emborrachas de relaciones que o se rompen o se fortalecen, de las miles de cosas que quieres hacer porque ‘tienes que aprovechar el tiempo’ y te llenas de expectativas y sirves fielmente al sistema educativo.
En la adultez, tomas conciencia de la mochila que llevas y de aquello que eliges llevar en ella, de tus cambios laborales, de tu falta de sueño, de tu mala alimentación, de tu cuidado, de tu economía, de tu responsabilidad como madre o padre o como cuidador/a de personas que se hacen mayores y no pueden cuidar de sí mismas por equis motivos.
En la prevejez te puedes intoxicar por la idea del peso del tiempo, la salud, los sueños, lo realizado, la muerte y el cambio que ves en la sociedad … y así podría seguir sucesivamente … aparte del cambio que ha supuesto una pandemia.
¿Cómo vas a tener tiempo de parar y atender tus emociones si la «abundancia» te impide ver lo esencial?
No digo que mandes todo a la mierda (para nada). Solo que no hay mayor dolor que empacharse de felicidad y no valorarla ni agradecerla. El presente es un banquete lleno de abundancia, pero si no dejas un hueco para el postre, ni podrás disfrutarlo ni te sentará bien su pesada digestión.
Deja siempre un hueco o haz un ayuno intermitente para depurar, ya sea para la sorpresa, para tus necesidades o para tu atención o para simplemente no hacer nada. En Italia hay una expresión que hace referencia a ese placer de no hacer nada (il dolce far niente).
Quizás solo necesites saborearlo y que no te siente mal.