Observar la necesidad ajena de emparejarme constantemente como un agapornis en un siglo donde la salud mental pende tanto de un hilo puede ser la mejor o la peor decisión para evolucionar o suicidarte. Una pareja, no es una obligación, ni algo que buscar (con ver a Marco buscar a su madre toda una serie, ya tuve bastante, no la encontraba ni por saber morir…). Mi mayor logro ha sido encontrarme y conocerme a mí misma (no lo cambiaría por nada y éste era el momento clave para ello). También decir que hace tiempo me rendí a la vida, a no forzar, a aprovechar la soledad para saborearla de tal manera que ha dado pie a priorizar mi tranquilidad por encima de todo y a tener claro que el amor no se busca ni se persigue porque siempre me acompaña. Si trabajara como detective pues sí, buscaría a personas por puro juego como la intriga del Cluedo pero no porque de verdad me interese «buscar».
Me alimento semanalmente de este tipo de conversaciones:
—¿Tienes pareja?
—No.
—Bueno, ya aparecerá, pero ¿conocerás rolletes o buscarás para tenerla?
—Tampoco.
—¿Por qué?
—¿Por qué tiene que aparecer o por qué tengo que buscar? Como si una no tuviera más cosas que hacer… el tiempo es oro.
No es miedo, ni pereza, ni rechazo, es aprovechar el ahora y su gran moneda de oportunidad. A veces parece que estemos estancados en el siglo XV donde por huevos solo tenías dos opciones o te casabas o te metías a monja, cuando la realidad actual es que quizás, nunca más en la vida, vuelva a tener tanto tiempo para mí como en este presente y no quiero quedarme sin esa experiencia por cumplir. Eso sí que me daría realmente miedo. No comprendo por qué tengo que justificar una soledad elegida desde la conciencia. Nos limitamos a las expectativas e ideales de lo que «DEBERÍA» hacer alguien por su edad, género o reloj biológico por la absurda herencia cultural cuando todo es mucho más simple: cada ser humano independientemente de todo tiene unas batallas, un camino que recorrer y si lo fuerzas se sale del recorrido (me niego, con lo difícil que ha sido iluminarlo).
A todas esas personas que se lanzan por un puente, mi más enhorabuena o mi más sentido pésame, pero yo no tengo deseo de relaciones tan intensas y cortas. Me mataríais de un infarto o de tristeza si me hicieras saltar. Yo con ver vuestra caída libre en tiempos donde las cuerdas están tan rotas y llenas de tantos asuntos pendientes, me sobra. No seré yo la que se ponga a resolver, con dar solución a los enigmas propios, es suficiente.
Valoro tanto mi tranquilidad que solo decido confiar en que lo que tenga que ser será y lo que no, también, porque no hace falta controlar tanto un presente que está tan lleno de sorpresas…
Prefiero embriagarme de ellas, sin programaciones y sin saltos forzados, quizás prefiera bajar del puente haciendo desescalada, a mi ritmo, disfrutando de otras cosas con unas cuerdas más seguras… Total, a la larga todos vamos a acabar igual, bajo tierra.