El fuego emocional y yo en algún punto nos hicimos amigos. Antes me quemaba y me dolía a un voltaje que ni yo misma sé cómo sigo viva con tanto descontrol. Demasiada energía. Pero incluso el caos que tiene no usa tanto espacio ni tanto tiempo. Sin fuente externa, antes o después, se apaga. Alguien me dijo una vez:
—Puedes elegir qué papel le das al fuego. Si no ardes, no eres capaz de conectar y comprender su sistema, pero una vez que lo has integrado puedes seguir quemándote sabiendo que los patrones que tiene te causan dolor o salir de la chimenea, coger una silla, sentarte y observarlo desde fuera.
Trascender y amigarme con el fuego es lo que ha hecho que refuerce partes de mí que pensé que no estaban. Creo que nunca llegaremos a conocer todas las versiones de nosotros/as mismos/as que pueda haber porque no vivimos tanto tiempo.
Sé el observador, la chimenea y el fuego de tu propio hogar, pues cuando todas esas partes se combinan y comprendes su papel, pueden crear un espacio, verdaderamente acogedor, quizás incluso, aprendes a atravesar el infierno.