Si a un árbol le das lo que necesita (porque lo conoces bien), el fruto saldrá sabroso y tendrá buen color. Pero si no se lo das, no le dedicas tiempo o no lo trabajas, el fruto no saldrá o si sale, no será como esperas. Con las personas pasa exactamente lo mismo. Dale a un cuerpo ansiedad y velocidad y verás su fruto en unos años. Dale cuidado y calma y verás sus frutos en unos años. Ya te digo yo, que serán muy diferentes.
¿Qué hace que el fruto sea de una manera o sea de otra? Su deseo de cuidado y de escucha para que pueda ser mejor cada día. Si no lo hay, el árbol está destinado a morir o a que sus frutos sean mínimos. Luego, viene la queja de no tener frutos o de que no sean de calidad. ¿Te puedes quejar de no tener frutos cuando eliges no cuidar el árbol? Uno llamado, el cuerpo que venimos a enfundar durante toda una vida…
Llegados a este punto, mi pregunta es la contraria, ¿Por qué hay tanta resistencia a cuidar el árbol? ¿Por qué hay tanta resistencia a cuidar de uno mismo? A veces, creo, que no queremos tener un árbol cuando el único jardinero/a de su máximo esplendor, somos nosotros/as mismos/as.
Al final, es preguntarse: ¿Por qué frutos queremos ser conocidos? ¿Unos que nos hagan sentir paz con nosotros mismos o unos que nos hagan ver que siempre tuvimos en la mano (en todas las edades) la oportunidad de sacar lo mejor y la escondimos como si fuera polvo bajo la alfombra?