Creo que a lo largo de mis 31 años he vivido muchos tipos de viaje, pero hubo uno muy concreto que me hizo cambiar el chip un montón. Antes corría, no quería que nada se me quedará por ver, como si fuera algo pendiente. En definitiva, quería verlo todo pero a costa de no parar. Entonces, llegó Londres. En principio fui a ver a un amigo. Como él trabajaba durante el día, yo me recorría sola la ciudad y fue maravilloso. En ese momento me di cuenta de que yo no quería ver Londres entera, que para un fin de semana que iba a estar allí mi prioridad iba a ser disfrutar lo que seleccionara. Recuerdo que el Big ben, la estación de King’s Cross, las pintas en un auténtico bar de la zona, las cabinas telefónicas, los taxis, los guardias del palacio de Buckingham, la exposición de Harry Potter y el pollo al curry que me preparó mi amigo (un poco fuerte de sabor, pero con muy buena intención), fue ideal. No necesitaba más. Esa era mi calidad. Desde entonces, si algo se queda pendiente, ya volveré y sino, habré saboreado la calidad del lugar filtrando y planificando sobre la marcha. Cuando organizo un viaje siempre está la persona que te dice: « Te dará tiempo a esto, a lo otro, a ver tal o no podrás ver…» Creo que mi inquietud ahora mismo no es lo que veré o no veré sino simplemente, ir y vivir cada día con total intensidad. Me he vuelto más simple que el mecanismo de un botijo y me encanta.
¡Qué suerte tenemos de disponer de distintos tipos de viajes para las diferentes necesidades!
- Los viajes de playa o fiesta. Son viajes donde la prioridad es la festividad y aunque veas algunos sitios turísticos, recuerdas el viaje bailando o con anécdotas de esos amigos que se han pasado con el alcohol o que simplemente te han hecho reír como la que más.
- Los viajes de desconexión, donde la importante es relajarse y quizás desconectar hasta de la propia tecnología. Te importa el sitio y lo que te aporta en tu cuerpo y en la persona que te acompaña. Quizás lo predominante sea el vínculo que tienes con quien te acompaña, la buena comida y el relax.
- Los viajes solitarios son esos que en algún momento de tu vida pueden surgir, donde te enseñan o das prioridad al tiempo contigo mismo y a decidir qué ver sobre la marcha o planificado, pero a tu ritmo. Son viajes sin expectativas y a disfrutar del aquí y ahora.
- Los viajes de negocios. Son aquellos que aunque prima lo laboral, también tiene huecos para disfrutar del ocio o fiesta que posea el sitio (si no lo has visitado antes) pudiéndote llevar un pedacito del lugar en tu corazón.
- Los viajes culturales. Llegados a este punto lo dividiría en varios apartados. Algunos viajes sean con quien sea (pareja, amigos, familia o solo …) tienen como objetivo verlo todo. Son viajes donde corres tanto para ver las cosas que le ganarías a Sonic en una partida de videojuego. Son viajes donde prima el no descanso, el hacer miles de fotos y sentirte feliz al ver miles de sitios a la velocidad de la luz. Luego están los viajes más selectivos. Quizás no necesitas correr tanto y tu prioridad es disfrutar sin más de las cosas que llegues a ver, sin tanto afán o sin tanta expectativa.
¿Cuál sería el tuyo? Al final lo importante es saber elegir a tus compañeros de viaje (no todo el mundo está en tu misma sintonía) o si quieres viajar, no esperar a nadie, hacerlo y punto, esté quien esté.