Lo siento, sé que voy por buen camino cuando a menudo me encuentro con este tipo de frases. Sí, soy muy sensible pero no llegas a entender su magnitud. Se invalida la sensibilidad cada vez que no se comprende y es normal, aunque a veces se me haga bola. Es más fácil contener a alguien físicamente que emocionalmente, para eso queda un largo trabajo. Sé que hago lo correcto cuando muevo tus pilares, cuando no te resulto indiferente, cuando me intentas hacer callar, cuando veo a leguas tus frustraciones por no entenderme, cuando me agotas energéticamente, pero eso al final, sigue sin ser asunto mío, yo me responsabilizo de la parte que me toca y es de poderte mostrar lo que implica para mí el don de la sensibilidad para que dejes de ver solo la punta del iceberg (que lo veas o no, ya te lo dejo a ti).
Esta mañana hemos estado en una simple cafetería y mientras tú solo te fijabas en mí y quizás en el café que te tomabas (a veces admiro tu simplicidad), yo he sido capaz de saber de qué estaban hablando las mesas de alrededor (lo mal que le iba a una con su pareja y la tristeza que sentía, la inquietud de otra por haberse tirado a un pavo y que no la haya vuelto a llamar y cómo al bebé de otra se le iba a caer el chupete porque su madre estaba en otros quehaceres), podía escuchar como la camarera clicaba su boli cada vez que tomaba nota, como le faltaba aceite a la puerta de la entrada porque chirriaba cada vez que alguien entraba y salía, como el reloj de la pared iba dos minutos atrasados, como hacía falta cambiar la luz del fondo porque parpadeaba, como tenían pasteles por el olor a azúcar que desprendía el ambiente, como el de la cocina se había pasado echándole jabón a los vasos que estaba lavando porque se desbordaba, que en dos minutos iba a llegar a nuestra mesa un vagabundo a vendernos mecheros, el olor y el dibujo de la nata de nuestros cafés, las emociones ajenas, las tuyas y las mías. Percibía tus manos frías por el color que tenían (no me equivocaba cuando me tocaste el brazo) y además tu dolor de tal manera que podría hacer un entierro. Considero que al ser capaz de recibir tanta estimulación y registrarla de manera tan detallada en un tiempo tan corto, bastante he hecho con centrarme en ti y no morir o perder la cordura con tanta información porque no es algo que haga a posta, me sale de forma natural. Después necesito mi espacio para filtrar, digerir y soltar lo que no precisa (tanto racionalmente como emocionalmente).
No se trata de «no hacer caso» o de «no te lo tomes personal», es de no invalidar, porque si invalido, rechazo, si anulo la sensibilidad, la energía se bloquea y si hago eso, se transforma en algo que no canalizo siendo una auténtica pesadilla en ansiedad. Ya no estoy por esa labor. Toda esa sobreestimulación tiene su lugar, es como ver un abanico y centrar mi atención en una parte sola y es aquí donde es importante hacer ejercicios de enfoque visual, gustativo, táctil, olfativo y auditivo. ¿Por qué? Porque esto me ha ayudado mucho a buscar soluciones, estrategias, previsiones y cambio… Si no le doy ese lugar, nada de eso sería posible.