Desde un punto de vista más friki, cualquiera que siga la saga de Harry Potter sabrá quienes eran los dementores: guardianes de la prisión de Azkaban que absorbían la felicidad ajena. Hay muchas cosas en mi día a día que me la quitaban sin darme cuenta y que, a su vez, activaban mi dolor más profundo, una y otra vez. Todo en nombre, de la famosa empatía. Enjaulada por demasiada capacidad de comprensión. Pero como todo, era una lección por la que debía pasar.
No era casualidad que cada vez atrajera a más dementores a mi celda. ¿Qué estaba pasando? Como mosquitos que se alimentaban, me llevaron a la más oscuridad absoluta y no me dejaron más remedio que usar la varita que me negaba a usar. Invoqué un patronus. No sé cómo pasó, supongo que algo muy intenso en mi interior detonó, me cuidó y me hizo ver tres cosas:
- Aceptar que los dementores en aquella prisión no se iban a ir, que tenían su rol y que no tenía control sobre eso, pero que yo sí podía elegir irme de ese infierno. Podía elegir ser libre y que se acercaban porque veían lo que yo no podía ver: mi energía (puesto que se alimentaban de ella).
- Aceptar que la magia formaba parte de mí para cambiar mi vida. Hay regalos que se dan y hay que aprender de ellos. Solo cuando invocas de verdad el deseo de prosperar, la fe hace acto de presencia y lo que deseas ella te lo da: las alas del éxito.
- Aceptar que hay prisioneros que no quieren salir de ahí y que se han acostumbrado al dolor y su deseo de morir. Que si quería irme y vivir, podía, pero sin ellos. Trabajar la impotencia de no poderme llevar a quien amaba a la buena vida porque no quería, no fue tarea sencilla de asimilar.
¿Por qué no se dio antes? Supongo que quienes aguantamos bien el dolor y tenemos paciencia, tenemos el problema de ser más tolerantes. Digo problema porque sobrevivimos en nuestro «confort» y hasta que no somos llevados al filo de la muerte no se nos activa el asco más absoluto, el cual marca límites y hace ver que podemos aspirar a una vida mejor con plena confianza. El intento de cambio es la llave.
Creo que dije: «¡Basta!» En el momento que pensé: «Yo soy feliz arriba, en las alturas más allá del amor y no sé qué hago aquí abajo porque los dementores de esta prisión no me ayudan, así que invoco a mi patronus alado porque ya es hora de volver a casa. ¡Expecto patronum!
En el fondo estoy agradecida a los dementores de mi vida porque subestimaron la ventaja de dejarte sin energía con el beso de la muerte y es, que cuando ya no tienes nada que perder, tienes todo por ganar. ¿Qué aprendí? Que no tenía que aprender más de la oscuridad, pero sí, mucho de la luz y de su poder.