¿Cuánto peso? No lo sé ni tengo interés en saberlo. Hay respuestas que solo te las da el tiempo y esta es una de ellas. Cuando era pequeña no entendía ni a mis abuelas ni a mi madre. Cocinaban midiéndolo todo a ojo. Yo siempre les acababa preguntando: «¿cuánto es una migaja?» Supongo que me faltaba experiencia para comprender que mientras yo quería un peso para medir y hacerlo perfecto (porque en el fondo no confiaba en que pudiera medir bien), ellas confiaban plenamente en su capacidad visual y táctil de coger los puñados sabiendo que lo que prepararan saldría exquisito. Así llegó el ahora, un tiempo donde no necesito pesos ni para la cocina ni para mí misma, porque me limitan y porque confío. Cualquiera que me conozca bien sabe que tengo buen saque, pero no quiero contar calorías ni ver si peso 200 gr más o menos que el mes pasado. Decido comer sano por autocuidado y no por miedo a engordar ni por seguir estúpidos cánones de belleza que no hacen otra cosa que generar sufrimiento para aquel o aquella que desea imitar a otro. Considero que cada cuerpo si es tratado como un templo y te molestas en conocerlo, llegas a saber qué comida le sienta bien y cuál no (no olvides nunca que cada cuerpo es distinto y tiene distintas necesidades).
Igual que hace años, me divorcié del reloj, porque no quería ser esclava de los horarios, dimití del peso por… autorrespeto.
Comer es uno de los mayores placeres de la vida y merece ser tratado como tal desde el amor.